Monday, January 02, 2006

EN EL LOMO DEL GRAN ANIMAL MARINO.

Fragmentos Publicado por el autor de estos “Susurros de Chile”
en revista Domingo del diario “Prensa Libre” de Guatemala, y UNOMASUNO de México.

Hace unos años viajar a la isla de Pascua era más difícil que ir de safari. Actualmente existe una extensa información turística y facilidades para llegar al sitio, que está plenamente integrada a la sociedad contemporánea. Hay casi todas las comodidades materiales que puede disfrutar cualquier ciudadano del mundo. La partida desde el aeropuerto internacional de Santiago de Chile, es el inicio de cinco horas de vuelo sobre el mar, siguiendo la ruta del Pacifico Sur de Líneas Aéreas Nacionales. La penúltima escala es la isla, que se ve reposando como un gran animal marino entre las olas. Desde el avión se distinguen sus tres volcanes, las suaves colinas donde corren las manadas de caballos y sus costas oscuras bañadas por el agua maravillosamente azul. Rocas y mar, incipiente vegetación y una sola aldea: Hanga Roa. Se aterriza en el aeropuerto de Mataveri entre música autóctona y sonrisas expectantes. Casi toda la población se reúne allí para ver este acontecimiento que ocurre tres veces por semana. Los isleños reciben al turista con los brazos abiertos; primero porque todos son gentes muy amables, y segundo, porque importa el turismo.Su deporte habitual es "ir a mirar a los visitantes del aeropuerto", así como nosotros vamos a ver a los changos al zoológico. Los pascuenses son expertos en clasificar a las personas que llegan a la isla. Suponemos que por hábitos estudiados le ubicarán en una de estas categorías:a) Los que van de paso a Tahití (japoneses o estadounidenses que compran de todo y pagan en dólares)b) Los que van en esos tours de "en una semana conozca todas las islas de la Polinesia" (europeos y ancianitos estadounidenses que siempre compran un recuerdito...)c) Los del "conti" (chilenos o latinoamericanos que vienen del continente; gastan poco pero cambian hasta los zapatos por una madera tallada)d) Los que llegan con mochila y pantalón corto, a los que nadie intenta venderles algo porque son arqueólogos o investigadores y uno que otro vagabundo; van a "descifrar" el misterio de la Isla de Pascua, ye) Los "temporales" (estadunidenses o continentales que trabajan en algún proyecto oficial allí enclavado, y que si llegan a comprar algo pagan con tarjeta de crédito).Los que van al lugar esperando extensas playas, palmeras y cocoteros, probablemente se desilusionarán porque el paisaje es de costas que se precipitan al mar en abismos insondables y viento. Aunque encontrarán tres playas de ensueño, con aguas transparentes y templadas, con posibilidad de practicar el buceo, el yatching y el surf, o dorarse en una de las arenas más finas que hay en toda Polinesia. Pero si no es su caso, puede estar seguro de que deseará no abandonar jamás la isla, por que el color del mar es único y las luces de los crepúsculos de la tarde y de la mañana son inolvidables. Es sabido de todos que las brújulas allí no funcionan por un fenómeno de gravedad que dota a la isla de una extraña energía que uno siente cuando pisa sobre ella; la sensación es única. Se está en un animal vivo.El clima es subtropical, con un régimen de lluvias errático y una temperatura promedio de 21 grados celsius; agosto es el mes más frío y febrero el más caluroso. El hotel principal que hay en Hanga-Roa pertenece a una cadena internacional de varias estrellas que no se distingue por lo barato; los otros son también caros aunque muy acogedores, sin embargo, la mayoría de los turistas prefieren vivir en pensiones pascuenses: muchas casas de los isleños están acondicionadas para recibir huéspedes en excelentes condiciones, y por una parte de la oferta hotelera. En general, en todo el sitio reina una limpieza absoluta pues son gentes muy organizadas y armónicas en su trabajo diario. Las construcciones son de alegres colores y siempre están rodeadas de jardines con plátanos, flores y plantas exóticas. La comida es excelente, y si ha decidido vivir en una pensión durante su estadía, podrá conocer la impagable experiencia de adentrarse un poco en la vida auténtica de los isleños.Me he hospedado en casa de la familia Pakarati, que están desde siempre en el lugar. Las mujeres de la familia son sonrientes y bellas, y los hombres jóvenes del clan son en su mayoría talladores: de sus manos salen esas figuras de moais con cuerpos flacos y largas orejas y manos. El dueño de casa es don Cristóbal, reconocido como uno de los mejores talladores de la isla y como uno de los sabios consultores del Consejo de Ancianos. A él todo el mundo le consulta todo. Aunque jamás sale de su casa, sabe todo lo que sucede porque durante el día desfila por su patio al menos la mitad de los lugareños. Don Cristóbal Pakarati es como un viejo patriarca, y allí nadie duda que es uno de los hombres del sitio que preserva la sabiduría de Te Pito o Te Henúa. El es capaz de transmitir la maravillosa leyenda perdida de la isla y de su gente.
(c) Waldemar Verdugo Fuentes.